21 abril, 2022

Fin de la mascarilla en interiores

La mascarilla deja de ser obligatoria en interiores desde el 20 de abril, pero con excepciones.

Tal y como estipula el Real Decreto 286/2022, desde el 20 de abril el uso de mascarillas en interiores deja de ser obligatorio con la excepción de tres supuestos: centros sanitarios (hospitales, centros de salud, farmacias), centros sociosanitarios (residencias de mayores) y medios de transporte públicos.

En esta obligatoriedad no figura el entorno laboral. Serán los servicios de prevención de riesgos de las empresas los que fijarán la obligatoriedad o no de llevar mascarilla en interiores en cada compañía. Esta decisión dependerá, en gran medida, de las características del recinto: si se puede ventilar correctamente o si permite mantener una separación prudencial entre los trabajadores.

Efectos en el sector de la ventilación

Aunque nadie puede saberlo a ciencia cierta, desde algunos sectores se lanza al aire la pregunta de si el fin de la obligatoriedad va a potenciar el mercado de la ventilación y la calidad del aire interior. Según Javier Ballester, catedrático de Mecánica de Fluidos, «hay lugares donde se han tomado medidas, pero muchas menos de las que serían razonables teniendo en cuenta la situación que hemos vivido», apuntando que la retirada de las mascarillas «nos pilla con los deberes a medio hacer». Países como Bélgica han aprobado la exigencia de la monitorización de la calidad del aire y del CO2 en bares, restaurantes, teatros o gimnasios. En el caso de España algunas comunidades como Asturias o Baleares pidieron a los establecimientos hosteleros disponer de un medidor como condición para reabrir, pero en la práctica estas exigencias se han diluido y no se han mantenido en el tiempo en muchas ocasiones. También se han hecho inversiones para implementar filtros HEPA en los colegios, que ayudan a filtrar las partículas para que haya menor carga vírica, pero es necesaria una mayor toma de conciencia de la importancia de una buena calidad del aire. Como apunta Ballester, «tener un buen aire reduce el absentismo, y mejora el rendimiento intelectual. Los beneficios, sin duda, superan al coste».

De todo esto se infiere que tener una buena calidad del aire no es solo inteligente, sino también rentable, pero que es más que necesaria una toma de conciencia que impulse el cambio.

Fin del uso de mascarilla en interiores

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